19.2.10

Proceso bolivariano

Por: Alonso Moleiro
Fuente: http://www.talcualdigital.com/Blogs/Viewer.aspx?id=31894

Si usted quiere ver retratado a un chavista, aun si está metido en el closet y disfraza de conclusiones académicas sus amoríos en política, tome un medidor natural: espere a que llame esto que estamos viviendo “proceso bolivariano”.

Todos los demás mortales hablamos de la realidad política que hoy nos gobierna usando el parámetro existente a ojos-vistas: esto se llama chavismo.

Podemos adornarlo con expresiones como “proceso político” para hablar del contexto existente; usar el mote tangencial que inventaron las televisoras y referirnos al “oficialismo”; recordar la palabra “régimen”, para emplear algún mote en decadencia; o, con cierto fastidio, hacer la síntesis que hemos hecho siempre con todo aquel que trabaje en Miraflores: terminar hablando de “el gobierno”.

Pero la expresión que separa las dos aguas, la que nos hace percibir cuándo estamos pasando de castaño a oscuro, la que nos indica dónde termina un campo y dónde empieza otro, es esa: “proceso bolivariano”.

Dos vocablos que nos sirven para saber dónde estamos parados, sobre todo, una vez imbuidos en conversaciones formales con cierto patuque intelectual en el cual no se están mostrando todas las cartas.

Este medidor no tiene mayor utilidad para retratar sujetos tan evidentes como Cilia Flores o Darío Vivas, pero es implacable para desenmascarar académicos “neutrales” encantados de hacerle seguimiento al comportamiento mediático; encorbatados dueños de encuestadoras amantes de forzarle sonrisas estadísticas a Miraflores; o ciertos periodistas, itinerantes en fuentes y convicciones, que reciclaron sus opiniones luego de un oportuno baño de novedades editoriales en Europa: descubrieron la lucha de clases a los 40 años.

¿Quiere usted saber, de verdad, dónde es que se ubica el articulista de la gran prensa que se presume socarrón, el que nunca afirma, sino que niega, el culturoso “independiente” amigo del gobierno? Espérelo: en algún momento hará el tic con la reverencia y la jaladita subliminal: dirá “proceso bolivariano”.

No nos escandalicemos: se tratará de un mohín, un respingo, un lapsus facial. Nadie tendrá tiempo de escandalizarse. Si algunos se cuelgan a jalar bola abriéndose la camisa y mostrando el pecho bandera en mano, por acá se usará el decoro y la educada discreción: un par de palabras, un contacto visual: “ojitos” al gobierno. Proceso bolivariano.

Sigue esperando uno, a estas alturas, que le muestren, no un discurso: una línea de Bolívar en la cual postule alguna doctrina económica; alguna consideración de fondo sobre las fórmulas de propiedad; alguna fórmula colectivista que vaya más allá de las odiadas convenciones burguesas.

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